Mujeres Victorenses

Jessica Canales: una victorense sumando éxitos en lo que más le apasiona

Psicoanalista, escritora, dramaturga, productora y directora de teatro,  su nombre es Jessica Canales y hace 18 años salió de Victoria para continuar preparándose, seguir sus sueños y hacer lo que más le apasiona.

Nos comparte que en el 2003 decidió mudarse a la Ciudad de México para estudiar un diplomado en la Escuela de Escritores SOGEM.

Fotografía: Andrea Lopez

Se define como mitad teatrera y mitad psicoanalista, aunque considera que lo primero le apasiona más que el psicoanálisis, “lo que más me gusta de ambas profesiones es que logran dialogar y mantenerse en constante retro alimentación. La comunión entre el viaje del inconsciente a la conciencia y las epifanías que ello trae consigo con la anagnórisis que posibilita el teatro está siempre manifiesta”.

Comenta que cursó la maestría en Saberes Sobre Subjetividad y Violencia, y debido a que  en muchas de sus clases tenían que ver con la construcción del pensamiento y el psicoanálisis; ahí fue cuando decidió que quería dedicarse al psicoanálisis, “Tomé la decisión, los casi diez años que tengo trabajando como escucha de orientación psicoanalítica los desarrollé en la Ciudad de México, pero atendiendo en su mayoría a mexicanos radicando fuera del país”.

La escritora expresa que sus textos y, a consecuencia sus puestas en escena son en gran medida exposiciones de almas a través de la palabra.

Uno de ellos se estrenó en Lima, Perú, nos cuenta que la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a través del ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) lanzó una convocatoria internacional de textos teatrales que tuvieran la facultad de concientizar en materia migratoria. Y así fue que “Suyapa” o “La Patrona” fue seleccionado para estrenarse en Lima, Perú. Fue en verano de 2019 y acudió a la presentación, siendo la primera vez que un texto de su autoría tuvo presencia fuera del país.

“Siempre digo un poco de broma y un poco en serio que La Patrona se manda sóla porque esa historia comenzó siendo cuento. Mi amigo Giorgio Lavezzaro me convocó para participar en una antología italo-mexicana sobre migrantes y así nació, luego la adapté a teatro”, detalló.

La obra se estrenó en Monterrey, luego fue su temporada en Lima y actualmente cuentan con una producción vigente con Aleyda Gayardo y Luis Montalvo que fue estrenada en el Festival Tiempo de Mujeres de la Ciudad de México del año pasado (la última participación escénica de 2020) y en mayo próximo piensan retonar la temporada que se quedó parada en La Capilla.

Este año estrenarán Tamaulipas, México –sin cuerpo no hay muerto-, también en La Capilla y cuenta ya con temporadas pendientes de fijar fecha en otros teatros de la Ciudad de México.

Destacó que gran parte del equipo creativo de esa puesta es también tamaulipeco, “Mi mirada siempre apunta al norte, espero seguir teniendo la posibilidad de realizar colaboraciones con artistas del estado como ahora con el maestro Ángel Ancona quien está a cargo del diseño de iluminación, la maestra Jessica Gadga que da imagen a la obra con una pieza pictórica, María José Rodríguez Anaya que diseñó el vestuario, por mencionar algunos”.

Nos comparte que el camino para desarrollarse profesionalmente y cumplir sus metas no ha sido fácil, pero sí muy satisfactorio y es por eso que continúa trabajando en lo que más le apasiona.

“Desde muy joven atendí al llamado de mis pasiones para dedicarme a ellas y aquí sigo. Aprovecho este espacio para decir lo siguiente. Muchas veces las carreras de los artistas son truncadas por el argumento de que es muy sufrida la vida del artista, sin duda lo es, pero en mi opinión más sufre un ser creador coartado” manifestó.

Provocar emociones a través de su trabajo es una de las más grandes satisfacciones para Jessica y lo explicó con una anécdota:

En una de las funciones de La Patrona en Monterrey junto a mí se sentó un hombre que luego dijo era la primera vez que veía una obra de teatro. Durante la puesta lloraba desconsolado, sacó su pañuelo y yo le tocaba el hombro a modo de consuelo. Me resultaba profundamente conmovedor ser testigo de su encontronazo emocional al ver la obra. Era un hombre corpulento, de bastante altura y ataviado de norteño. Poco común ver llorar a alguien así en el noreste mexicano. Al final de la función tomó la palabra y dijo: “Yo no sabía a qué venía ni de qué se trataba todo esto… de niño me iba a trabajar todos los veranos a Estados Unidos a los rodeos y me tocaba ver cómo al final de las ferias dejaban a los vaqueros migrantes que se habían lastimado en las montas ahí tirados como si fueran nada. Había olvidado yo todo eso hasta hoy al ver a la señora Suyapa contar. Perdón es que no sé si es ella de verdad o está contando la historia de alguien más que se llama así. Al ver a la señora contar esas cosas que vivió al cruzar la frontera me acordé de los muchachos que quedaban tirados en las yardas gringas”.

“Que la emoción antes enterrada emerja a través de la palabra, eso es lo que más satisfacción me genera”, concluyó.